jueves, 24 de junio de 2010

ENTREGA DEL XVIII PREMIO DE POESÍA MANUEL ALCÁNTARA A JOAQUÍN MÁRQUEZ


A este premio,  dotado con 6.000 euros por un solo poema, se han presentado alrededor de 800 autores

Joaquín Márquez recibirá esta noche, a las 21:30 horas, el Premio de Poesía Manuel Alcántara en su XVIII edición por su poema Tamtanes. Se trata de un galardón dotado con 6.000 euros por un solo poema, uno de los de mayor cuantía de los existentes en España. El acto, que tendrá lugar en el Castillo de Gibralfaro, será presidido por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el delegado municipal de Cultura, Miguel Briones, y contará con la presencia de Manuel Alcántara y el vicepresidente de la Fundación Unicaja, Mariano Vergara.

A este Premio “Manuel Alcántara” se han presentado  alrededor de 800 autores. En esta edición se ha incrementado el número de obras de origen nacional, si bien los autores argentinos, mexicanos y franceses siguen ocupando los primeros lugares entre los procedentes del resto del mundo. El jurado, que ha estado presidido por Álvaro García, ha estado integrado por Miguel Briones, delegado municipal de Cultura; Luis Alberto de Cuenca, ganador de la edición anterior; Francisco Ruiz Noguera; y Antonio Gómez Yebra.

El premio está organizado por el Ayuntamiento de Málaga y cuenta con el patrocinio de la Fundación Unicaja. Este premio goza de un gran prestigio tanto por la cuantía de su premio por tratarse de un solo poema, como  por el reconocimiento de los poetas ganadores en ediciones anteriores entre los que se pueden destacar a Cayetano Luca de Tena y Lazo, Antonio Hernández, Rosa Romojaro Montero o Luis Alberto de Cuenca. Además de la dotación económica, el galardonado recibe una escultura original de Jaime Pimentel

JOAQUÍN MÁRQUEZ

Joaquín Márquez nació en Sevilla en 1934. Allí residió de forma habitual hasta que, en 1984, abandonó sus anteriores ocupaciones profesionales para dedicarse por entero a la literatura, trasladándose a las luminosas costas de Chipiona y, posteriormente, a Sanlúcar de Barrameda, donde ha residido los últimos años.
Desde 1974 hasta 1979, en que se interrumpe su publicación, dirige la revista Cal. Su poesía, hasta la fecha más de veinte libros, ha sido distinguida con relevantes premios, entre ellos el Boscán, el Ausias March, el Ciudad de Barcelona, el Tiflos o el de la Feria del Libro de Madrid. A partir de 1984 ha simultaneado su ocupación como poeta con su tarea como narrador. Es autor de cuatro novelas, la segunda de la cuales —El jinete del caballo de copas— obtuvo el Premio Andalucía.
A pesar de su nutrida producción lírica, y atenidos a la fecha de publicación de sus libros, Joaquín Márquez puede considerarse un autor tardío, dado a conocer una vez alcanzada su madurez vital y literaria, cuando ya lo habían hecho los principales autores de la generación posterior a la suya. Ello ha supuesto que no se aprecien en sus primeros títulos los normales titubeos expresivos del aprendizaje; pero también ha implicado una cierta desubicación en los sistemas historiográficos vigentes, muy compartimentados y rígidos. Desde que en 1973 publicara Hay tiempo de nacer, Joaquín Márquez ha ido entregando a la imprenta sin grandes pausas un libro tras otro, hasta dar cuerpo a una obra que lo sitúa en un lugar relevante entre los poetas de su tiempo.
Su poesía recibe influjos diversos, de Juan Ramón y Antonio Machado a Luis Rosales, y por supuesto la rica corriente de poesía meridional de posguerra que enlaza la dicción simbolista con un culturalismo matizado y vinculado a la experiencia humana. La temática dominante en su obra es muy variada, y responde a los universales humanos de todas las épocas, atravesados por un cierto tono existencial: el discurrir del tiempo y sus efectos, el arte y su correlato existencial, la belleza y sus demonios, la sublimación de la anécdota cotidiana, el desmoronamiento de las ilusiones, la reflexión sobre la muerte. Los motivos concretos de los que arrancan sus poemas son el punto de partida de un proceso de sublimación esencialista, que se presenta literariamente coloreado por un sistema metafórico propio de los mejores poetas de tradición andaluza.
Pedro Rodríguez Pacheco se ha referido a la poesía de Joaquín Márquez como «la vibración de la vida en el color, en la sensualidad de unos sentidos abiertos a todas las incitaciones. Una poesía basada en las facultades, en los dones, en los registros de la voz, nunca de los ecos o las limitaciones que imponen los modelos o las escuelas». Prueba magnífica de la justeza en el uso del lenguaje y de la capacidad para ascender a consideraciones generales a partir de instancias culturales y artísticas inmediatas es su libro La aguja sobre la piedra (1982), demorado recorrido por las pinturas y motivos de la Catedral de Sevilla. En cuanto a la experiencia de lo cotidiano, las emociones y los paisajes, habríamos de remitirnos a Substancia fugitiva (1984), una original serie de poemas que nos retratan la visión del París que vivió en aquella época.
La intuición poética de Joaquín Márquez, señaló Enrique Molina Campos, allega por el inexcusable camino del lenguaje todo un universo de referencias sensitivas y emocionales que se constituye en genuina poesía. Un sistema de filtros formado por la cultura, el ingenio y la ironía no frena la emoción del poema, pero sí la gesticulación retórica o la exasperación expresiva, ausentes de esta escritura. Y todo ello en un verso fluido, melodioso, con el nervio templado y preciso para transmitir el temblor. (Semblanza de Juan José Vélez Otero)